“No se trata de cómo le va al principio, sino al final. Míreme ahora, pero esto no siempre fue así”.
Michael está contratado y ocupado. Es jefe de cocina en un centro residencial para adultos mayores, dueño de su propio negocio de cáterin y padre de un niño de 3 años, y eso no es todo. Tras ganar el premio al “Mejor postre” por su pudín de banana en un prestigioso evento local, el “Sr. Pudding”, como han empezado a llamarlo, tiene la vista puesta en gestionar su camión de comida.
Le apasiona lo que hace; aunque trabaja en el sector gastronómico desde 2007, apenas acaba de empezar. “La comida me salvó la vida”, manifestó Michael, “y todo comenzó en Earle C. [Clements Job Corps].”
Sin embargo, parecía que su historia no siempre tendría un final tan feliz. Cuando era joven, Michael experimentó penurias económicas. Al ser el mayor de cinco hermanos, tuvo que ayudar a su madre soltera a criarlos. Ese fue el momento en el que Michael empezó a cocinar. Su madre trabajaba mucho; por eso, tuvo que aprender cómo alimentarse a sí mismo y a sus hermanos. Entonces, su abuela le enseñó a trabajar en la cocina. Lleva picando cebolla desde los 3 años.
Crecer en un barrio conflictivo en Miami repercutió en su adolescencia y lo expuso a las drogas y la violencia. Tras perder sus becas de fútbol por una peritonitis que le impidió jugar, las cosas empeoraron y terminó expulsado de la escuela. Su padre intervino y lo inscribió en otra escuela para que pudiera obtener su título; luego, le contó a Michael sobre Job Corps.
El padre de Michael es un egresado del lugar; se graduó del centro Job Corps de Earle C. Clements en la década de 1980. Así que, por recomendación de su padre, Michael abandonó Miami y viajó a Kentucky para comenzar una capacitación profesional en la alma máter de su padre. Un nuevo entorno y comienzo le vendrían bien; sin embargo, al principio, adaptarse a la vida en el recinto universitario no fue sencillo.
“No estaba acostumbrado a tener todas esas reglas en mi vida”, sostuvo Michael. “Hacía lo que quería, cuando quería. Cuando fui a Earle C., pensé: ‘¿Qué? No hay chance de que haga todo esto’, pero lo hice”. La estructura resultó ser justo lo que necesitaba; Michael sostiene que aún sigue haciendo todo igual, sigue siendo riguroso y hace todo a tiempo.
“Hoy soy chef; todo lo que aprendí en Job Corps es exactamente lo que sigo haciendo ahora. Desempeñé todos los puestos en un restaurante y todo lo aprendí en Earle C.”.
Le encantó su paso por el programa; no solo viajar por todo el país para practicar deportes intramuros y competir en el concurso “Iron Chef” de Job Corps, sino también conocer a amigos para toda la vida, cuyos hijos son ahora amigos de su hijo. Sin embargo, lo mejor de todo fue lo que aprendió en el programa de Artes culinarias. Elogia a su profesor, Jenny Johnson, por enseñarle todo lo que necesitaba saber.
Durante la mayor parte de su vida, Michael luchó contra el alcoholismo, pero, gracias al apoyo de su esposa, logró estar sobrio. Manifiesta que su nuevo estado contribuyó al auge de su negocio de cáterin. Por más ambicioso que sea por su carrera culinaria, una de las verdaderas pasiones de Michael es ser mentor de jóvenes negros. Las dos van de la mano en su negocio. Contrata a muchos estudiantes de secundaria para que trabajen para él y actúa como su mentor, enseñándoles habilidades culinarias y mostrándoles que tienen todos los caminos abiertos para triunfar.
Michael sostiene que, durante mucho tiempo, pensó que sus únicas opciones eran practicar deportes o vivir en la calle. Sin embargo, en Job Corps aprendió que podía ser mucho más que eso. Esa es la lección que quiere compartir como mentor de jóvenes.